miércoles, 18 de noviembre de 2009

La incultura evangelica actual - Parte 5

Escrito por Ricardo del foro de Iglesia.net

Es frecuente que en el programa semanal de una iglesia figure un día en que un grupo de la misma se reúne para el estudio bíblico. No siempre lo es. Veamos:

a) La reunión lleva el nombre de Estudio Bíblico; mas no se hace de modo sistemático (un libro de la Biblia) ni temático (un asunto examinado escrituralmente). Alguien local o invitado trae y expone un devocional o sermón más breve que el dominical. Aunque se admiten preguntas, no se espera la libre y espontánea participación de los presentes. Eso no es un Estudio Bíblico.

b) Necesariamente un estudio bíblico ha de ser del tipo “mesa redonda”, a Biblia, mente y corazón abiertos. Si bien siempre es conveniente que un hermano más experimentado lo inicie y oriente como moderador (llamado ahora “facilitador”), no solamente se espera que todos compartan la lectura de versículos y formulen preguntas, sino que también aporten sus propios hallazgos en su lectura privada.

c) Es fundamental que todos sean hermanos en comunión. De admitirse incrédulos o miembros de alguna secta, ya de entrada pueden producirse enojosas situaciones. Sin embargo puede tenerse estudios bíblicos especiales para personas interesadas en el evangelio, o de controversia religiosa caso que haya sectarios sinceros dispuestos a que se les muestre el error de su organización.

d) Muchas veces el así llamado “Estudio Bíblico” no pasa de ser un culto dominical de mediados de semana. El tiempo que se invierte en cánticos y oraciones va en desmedro del asignado al propio estudio. No que no se cante y ore, pero no tanto como se hace en otras reuniones; al menos al comienzo, ya que al final lo aprendido puede incitar a fervientes cánticos y oraciones.

e) Aunque siempre es loable la intención de que se expresen los que están callados, no es prudente que se los comprometa a hablar. Caso que se los apure y digan algo por no pasar por ignorantes, lo entonces improvisado no suele pasar de darle vueltas al versículo en cuestión, lo que no los deja satisfechos a ellos ni a los demás. Pueden errarle y necesitar ser corregidos, acabando por incomodarse.

f) La libertad general a que todos opinen, comenten y expongan sus convicciones, no debiera –como acontece-, transformarse en libertinaje donde hablan todos los que tienen boca aunque nada tengan para decir que valga la pena ser oído. No debe confundirse la contribución que cada cual haga al interés colectivo del estudio, con el desahogo personal de hablar por tener quien nos escuche.

g) Cuando quiera ilustrarse el punto en cuestión narrando una anécdota personal, ha de hacerse en la forma más breve posible tras convencerse que es pertinente y que ayuda a esclarecer el asunto. Se pierde el tiempo y decae el estudio cuando se trae de los pelos alguna experiencia familiar o laboral que no viene al caso. Si somos prudentes prefiriendo al mostrarnos el provecho colectivo, ¡es mejor!

h) Si el estudio es sistemático, hemos de vigilar que estemos trabajando en torno al texto en cuestión sin necesidad de excursionar por los 66 libros de la Biblia. Si se abusa demasiado de las referencias bíblicas, se termina por no clarificar nada del versículo que al momento nos ocupa. Los textos paralelos pueden ser de ayuda, mas en exceso nos distraen y acabamos yéndonos por las ramas.

i) Si el estudio es temático, más fácilmente estamos expuestos a divagar. A veces hay que hacer comparaciones y buscar símiles, pero atendiendo a que no pasen de círculos concéntricos en torno al meollo del asunto. Para que nadie pueda sentirse ofendido, el moderador podrá proponer abordar ese punto a la salida o en mejor ocasión. Debemos ser considerados con oídos y mentes ajenos.

j) Jamás ha de temerse que el estudio llegue a arder al grado de pasar a un debate abierto, donde la polémica y la controversia involucre a los participantes en una vehemente discusión. Se entiende: una confrontación de interpretaciones o ideas encontradas, mas nunca un altercado entre los participantes. La misma falta de tal práctica entre nosotros es lo que nos hace sensibles a reaccionar mal.

k) El mejor antídoto contra lo anterior, está en aprender a distinguir entre opiniones y convicciones; entre lo que la Biblia dice y lo que los comentaristas y predicadores dicen; entre el que grita fuerte y el que piensa más; entre el caprichoso que no cede por no dar el brazo a torcer, y el estudioso siempre dispuesto a atender razones y argumentos. Hablando, la gente se entiende.

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