miércoles, 18 de noviembre de 2009

La incultura evangelica actual - Parte 1

Escrito por Ricardo del foro de Iglesia.net (link aqui).

Aquellos que somos más veteranos en la iglesia del Señor, tenemos referentes que nos permiten aseverar lo del epígrafe.

Los jóvenes o hermanos más nuevos en la fe, difícilmente puedan darse cuenta de ello pues desde que están en la iglesia siempre las cosas fueron así, y no tienen como suponer que hace medio siglo pudieran ser distintas. En todo caso, se ha de suponer que si hubieron cambios fue para bien y no para mal.

Contrastando entonces lo que vivimos en nuestra adolescencia y temprana juventud 50 años atrás, con lo que es de práctica común por todas partes, examinaremos como al día de hoy se carece de una cultura elemental, y en el mejor de los casos, donde algo todavía queda va en un irreversible proceso de deterioro.

Ciertamente que no es un axioma aquello de que “todo tiempo pasado fue mejor”, pues de muchos males nos hemos ido reponiendo a través del tiempo y el consiguiente progreso. Pero sí es cierto que a la distancia podemos aquilatar mejor la pérdida de valores con el consiguiente deterioro moral y espiritual que hoy aflige a las iglesias.

No solamente nos vamos acostumbrando a cosas que no tienen precedente en las iglesias neotestamentarias, sino que incluso van contra la sensatez y el sentido común.
Por efecto de contraste, aquellos hermanos veteranos y sensibles, percibimos cosas que son chocantes, aunque nadie parece darse cuenta de nada. Veamos estos 4 aspectos:
1 en la predicación; 2 en la adoración y alabanza; 3 la oración; 4 en el estudio bíblico.

1 en la predicación. Se observan los siguientes desarreglos:

a) Se insiste con predicarle el evangelio a inconversos ausentes en vez de edificar a los creyentes presentes. Estos saben que el mensaje no es para ellos y se desentienden.

b) Se leen pasajes y versículos que no se desarrollan, pues sólo sirven para introducir el sermón que suele ser siempre el mismo.

c) El predicador cumple con dar el mensaje y la congregación con oírlo, sin sentido de trascendencia ni expectativa por cómo pueda incidir entre la audiencia.

d) Aunque cada vez se acorta más el tiempo del mensaje, el predicador sufre por no excederse y los oyentes sufren pensando que hace ya rato que se ha pasado.

e) El predicador ya no espera concitar el interés de los que oyen, y estos le corresponden distrayendo su mente en otras cosas (la película que verán por TV al regresar a casa).

f) El predicador –aunque inconscientemente-, no respeta a sus oyentes al predicarles lo que él sabe que todos ya saben, y estos tampoco le respetan al no ponerle atención.

g) La única preocupación del predicador e interés de sus oyentes está puesta en los últimos “chistes cristianos” bajados por Internet o una anécdota extraída de un libro.

h) El predicador fácilmente se distrae incurriendo en equivocaciones y disparates, y los oyentes ni cuenta se dan resolviendo el problema con su misma falta de atención.

i) En la misma alocución se percibe la falta de convicción y entusiasmo, por lo que no se genera ni alimenta la fe entre los oyentes. Ídem, cuando se hace al revés, imprimiendo a dichos intrascendentes un tono locuaz excesivo e indebido.
Seguramente que los lectores podrían apuntar otras observaciones.

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